El evangelio vegetariano y el dilema del omnívoro

Artículo de Albert Molins
Los vegetarianos se basan en un credo que si fueran honestos y se aplicaran a ellos mismos les depararía no pocas sorpresas.
Por Albert Molins
11 de junio de 2020

El otro día mi compañera Gemma Bargues publicó en este mismo espacio un artículo en el que más que las opciones dietéticas veggies, defendía el derecho de cualquiera a adoptar el régimen alimentario que le viniera en gana. Menos mal. Gemma sólo pedía un poquito de por favor y de respeto por los que, como ella, habían decidido dejar de comer animales, y también para los que los seguimos comiendo. De nuevo, menos mal. Aún recuerdo la cura para el estreñimiento que me recetaron unos animalistas después de publicar un artículo sobre la producción de foie que no condenaba a los infiernos a los productores y consumidores de hígado de pato.

Gemma también reclamaba que en la elección de nuestra dieta -fuera la que fuera- tuviéramos en cuenta aspectos como nuestra salud, la del planeta y el bienestar y los derechos de los animales. En definitiva, la santísima trinidad de los argumentos -salud, medio ambiente, ética- del evangelio de los veggie friendly. A veces, parece que en este particular, las dietas vegetarianas tienen un plus. En lo de evangelio salvífico, me refiero.

Pero, ¿saben qué? La verdad es que este debate entre vegetarianos y omnívoros es absurdo, pueril y relativamente poco importante. Creo que el debate de calado es el del sistema alimentario. Discutir sobre cómo se produce todo lo que comemos, independientemente de que sea una lechuga o una chuleta. Y me parece que los omnívoros, aunque pueda parecer lo contrario, hemos reflexionado más y mejor al respecto que los veggies, que creen que con abandonar los productos de origen animal es suficiente, que ellos ya han hecho su parte y que están libres de culpa.

Obviamente, la salud, la ética y el medio ambiente tendrán su papel en este debate, pero también cuestiones como la soberanía alimentaria, los derechos, las condiciones laborales y de vida de la gente que produce los alimentos -que me parecen mucho más importantes que los de las vacas- y, especialmente, el papel de la gran industria alimentaria. ¿O no nos interesa hablar sobre la relación entre dieta y pobreza? ¿Los derechos de los animales son más importantes que los de las personas a tener acceso a una alimentación sana y que puedan pagar?

Si a los veggies les preocupa realmente la salud, el medio ambiente y los valores éticos de lo que comemos sería bueno que se preocupen más de estas cuestiones y bastante menos de los derechos de los animales. Primero va el derecho de todos a una alimentación suficiente, asequible, segura y saludable. El peligro, sí lo hay -para la salud, el medio ambiente y la ética- es dejar nuestro sistema alimentario exclusivamente en manos de la gran industria; no nosotros los omnívoros. Y os puedo asegurar que su próximo objetivo sois vosotros queridos veggies. Ya se ha puesto a ello.

Además, quizás os llevéis la sorpresa de que los alimentos de origen vegetal no siempre "cuidan mejor de nosotros y de nuestro entorno", como escribía Gemma, ni son siempre producidos de manera ética, ni siempre ayudan a que "el planeta nos vuelva a sonreír”: el aguacate y la soja son dos desastres medioambientales que consumen recursos hídricos, causan deforestación, el abandono de cultivos tradicionales y condenan a miles de campesinos a la esclavitud. ¿Dónde está la ética aquí?

Según la FAO, en el mundo hay 1.300 millones de personas que viven de la ganadería, de los cuales casi 1.000 millones son pobres. ¿Qué hacemos con ellos? ¿Salvamos a sus animales del matadero y los condenamos a ellos a la miseria más absoluta? Eso sí es crueldad. No sé. A lo mejor, que exista una actividad agrícola y ganadera ayuda a mantener un equilibrio socioeconómico y poblacional entre el mundo rural y el urbano. Hay zonas de secano, donde la agricultura es complicada y donde la ganadería es un buen complemento económico para sus habitantes.

E imagino que todos los veggies siempre miran de dónde vienen lo que compran, y que sólo compran productos de temporada. Que no viaje en avión desde la otra punta del planeta y que no se produzca en agricultura intensiva, con fertilizantes minerales que aseguran al agricultor una regularidad que el abono orgánico no puede darle, pero que también son los culpables de la contaminación de los acuíferos.

Y no, no me olvido de que la ganadería es responsable de un 14% de las emisiones de los gases de efecto invernadero, pero el problema gordo es que, en 2050, el sector alimentario en su conjunto podría copar el 50% de todas las emisiones, si otros sectores implementan las medidas de recorte que están planteadas en la actualidad, y que se pasan por el forro continuamente.

Pero tener que explicar, a estas alturas, que la producción de carne es compatible con el respeto medioambiental… Obviamente que no toda la producción de carne lo es, pero tampoco el cultivo de todos los aguacates. La ganadería ecológica ayuda a mantener el sector rural vivo y contribuye a la conservación de los ecosistemas. Que los animales pasten es bueno para prevenir los incendios forestales, por ejemplo. Además, proporciona estiércol para fertilizar los campos y reduce el uso de los fertilizantes químicos. Y eso no lo digo yo, lo dice Greenpeace.

Y eso que sois poquitos, veggies. En España las opciones vegetarianas han sido adoptadas por casi un 10% de la población: los veganos representan el 0,5%, los vegetarianos el 1,5% y los flexiterianos -que incluyen en alguna ocasión algún alimento de origen animal en su alimentación- el 7,9%. En los dos últimos años, las dietas veggies han crecido un 27%.

Ojalá hubiera, como dice Gemma, "un cambio en la conciencia alimentaria" o mejor dicho que este cambio, aunque menudo, fuera en la dirección correcta. A veces me da por mirar las estadísticas de consumo alimentario en los hogares que publica el ministerio de turno. La última vez que lo hice, el consumo de carne se había reducido un 1,5%, que no se iba a incrementar el consumo de vegetales -que también bajaba-, sino que lo que seguía creciendo era el consumo de ultraprocesados.

En términos de salud, el conjunto del estilo de vida es mucho más importante que comer carne o no. "Que tu alimento sea tu medicina, y que tu medicina sea tu alimento", escribió Hipócrates de Cos. Está claro que un patrón vegetariano puede ser absolutamente saludable, pero el omnívoro también.

Y cómo no, el salmo de la relación del consumo de carne y de carne procesada con el cáncer. De todos modos, la OMS nunca dijo que tuviéramos que ser vegetarianos porque "ese tipo de comparación es difícil debido a que estos grupos pueden ser diferentes en otros aspectos además de en su consumo de carne".

O sea que un vegetariano puede fumar o puede beber alcohol, cuyo consumo también está asociado al cáncer y en este caso -además- no hay dosis segura, o puede no hacer ejercicio y su salud se verá más comprometida que un omnívoro que no fume, beba con moderación, haga ejercicio y dos o tres veces por semana se coma un filete y un plato de jamón del bueno. El estilo de vida.

Si los omnívoros obtienen peores resultados en los indicadores de salud no es porque las dietas veggies sean mejores, sino porque la mayoría de los omnívoros siguen una alimentación catastrófica, entre otras cosas porque vivimos inmersos en un entorno obesogénico, estamos arruinados -y lo que te rondaré morena- y, verás, una pizza de microondas da un rendimiento calorías/dinero mucho mejor que una lechuga.

Tampoco es cierto que nuestro paladar haya sido “social y culturalmente adiestrado para creer que necesita de esa carne para sobrevivir”. O en todo caso, el paladar no tiene nada que ver. Comer carne es una adaptación evolutiva que, junto con el fuego, nos permitió un mayor desarrollo cerebral. Resulta que es más eficiente comer carne que comer productos vegetales. Se consume menos energía, sobre todo si los vegetales se comen crudos, porque se necesita menos intestino. De hecho, la mayoría de las adaptaciones evolutivas importantes tienen que ver con la búsqueda de nutrientes.

Y una pequeña lección de termodinámica. Si a un esquimal le sustituyéramos su dieta a base de grasa de ballena y carne de foca por otra a base de productos vegetales, probablemente moriría congelado. El esquimal sí necesita la carne para sobrevivir, aunque quizás a su paladar le repugne. Las dietas vegetarianas son perfectas para climas tropicales o templados, pero en el clima polar, no las veo.

Hay estudios que aseguran que los sistemas de producción de alimentos mejor adaptados son aquellos más vinculados con el entorno y encaminados a reducir la producción de carne, pero eso también tiene un impacto en el precio, que es lo que acaba determinando que la gente pueda comer. Por tanto, quizás lo más lógico sea un uso racional de los recursos, que sin duda debe incluir la ganadería y el consumo de animales, y optar por una dieta más equilibrada como mucha gente ya hemos empezado a hacer.

Yo soy un omnívoro feliz, bastante sano a mis 51 años, y que en cuestiones alimentarias trata de vivir con la conciencia tranquila. Entre otras cosas, he reducido mi consumo de productos cárnicos, -mucho más el de ultraprocesados-, pero no lo he abandonado, ni tengo intención de hacerlo. Sólo quiero ser capaz de dejar de fumar. Pronto. Bueno, algún día...