Gastrivismo

Artículo de Fernando Huidobro
Me declaro abiertamente gastrivista, es decir, activista de la cultura gastronómica. ¿Que soy un falsete pretencioso decís? Sí, ya tengo edad acumulada y he perturbado suficientemente mi criterio para decir ser lo que me dé la gana: así que ahora, de mayor, ya que el futuro vuelve a no ser lo que era, quiero ser y soy agitador gastró. ¡Ea!
Por Fernando Huidobro
06 de mayo de 2022

¿Quién soy, de dónde vengo, a dónde voy, gastronómicamente hablando? Pues mira, yo qué sé. Alguien que está siempre a vueltas con estas preguntitas, una y ooootra vez, a quien ahora le ha dado por ser un pepitogrillo de la cuestión culinaria. Lo que no quiere decir que crea que así me encuentre a mí mismo y a mi mecanismo gastró ni mucho menos. Pero tiene su punto.

Soy consciente de ser un porculero permanente, un criticón impenitente y un pesado de cojones. Un tipo que no sabe lo que le pasa pues lo ve todo negro en su enrabietado escribir, pero que vive la alegría y el goce del comer y el cocinar como el que más y mejor sabe hacerlo. Un personaje cenizo en el relato que añora no se sabe qué y lloriquea por un supuesto triste presente, pero que luego vive/come disfrutando y enfoca sus comentarios con optimismo y humor, riéndose de su sombra. Un vividor escribidor que viene y va sin saber bien a qué quedarse ni dónde, si dentro o fuera. Una persona gastronómicamente contradictoria que vive en la escéptica costumbre de no dejar de dudar.

¿Ese soy yo? Puede que sea así, puede que no, muchas versiones de uno, propias y ajenas, hay. Pero ese ser o no ser se acabó. A partir de aquí seré gastrivista… en mi tiempo libre.

Y eso ¿qué es lo que es? Pues según yo lo veo, el activismo gastró o gastrivismo consiste en estar siempre alerta y en activo en la reflexión, la crítica y el cuestionamiento de cuanto acontecimiento serio se produzca en el mundo de la gastronomía. Ni más ni menos. Pero con mucho cuidado de no caer en el necio y bobo engreimiento de creerse Dios menor o juez o policía o guardián de nada.

Tampoco se trata de subvertir el sistema cual viejo revolucionario enfrentado a cara de perro a los poderes fácticos aristogastronomicistas. Máxime viendo el post-resultado de anteriores revoluciones. El gastrivista no pretende hacer explosionar ni volver del revés el mundo gastro desde el otro lado, desde fuera. El gastrivista es parte de él, está dentro, es uno de los suyos y tiene muy muy claro que no es cuestión de poner bombas sino algún que otro molotov para así buscar el cambio, consciente de que lo tiene harto difícil dada su insignificancia e impotencia ante las poderosas bestias que lo controlan. Aunque sepa que en su desestabilización y tambaleo está en juego el buen porvenir, también sabe de lo quijotesco de luchar contra esos molinos-bunkers donde hacen acopio de sus cosechas las obeso-hambrientas oligocorporaciones opresoras. Aún así lo intenta.

El gastrivismo debe despertar y hacer hablar a las voces valiosas de la gastronomía y animarlas a ser contestatarias, a vivir en la reconfortante certidumbre de la dialéctica como casi única arma restante de su tráfago gastro-cultural. Una actividad que debe procurar el disturbio por el disturbio, la turbación dentro de esa inercia enmudecida y aquietada que tan peligrosa es pues estabiliza al establishment, a quien hay que inquietar siempre, a quien hay que mover el cotarro para que no campe por sus fueros y recoja y acumule cada vez mayor poder hasta llegar al absoluto y único, que es el morir.

El gastrivista experimenta una pequeña conmoción diaria en el desencanto que le causa el acomodamiento y sometimiento callado de los agentes de la gastronomía ante lo que dictan e imponen los mandamases y oligarcas disfrazados de mansos y simpáticos maestros de ceremonias en sus congrecircos y ferias. Ese dolor de corazón gastró es el origen, la causa y esencia de un movimiento gastrivista siempre al borde de una ristra de pequeños infartos continuados cuales choricillos de Cantimpalos.

Es un movimiento de resistencia que debería actuar en permanente vigilia como conciencia colectiva cultural y social de todos los que forman parte de la real gastronomía: "despertad, insensatos hermanos en lo gastró, que el demonio pinchapapas transido de bisnesman está entre nosotros y quiere apoderarse del alma de nuestro mundo", gritan con el sarcasmo e ironía que les caracteriza.

Una cosa tengo clarificada, yo no voy a dejar de ser un incordio pues me temo que seguiré siempre siendo un gordo romántico contestatario, un gastropoético franco-tirador ahora con carnet de gastrivista. ¿Y tú, tienes ya el tuyo? Ven, únete. No me seas papa-natas.

Hasta que el futuro vuelva a ser lo que era… We Shall Never Surrender!