Esto no es echar a freír un huevo

Artículo de Fernando Huidobro
Estoy hasta los mismísimos. Freír y comer huevos fritos con tó se ha convertido en el deporte culinario nacional. Hasta los restas de estrellas se atreven a ponértelos estrellaos, repellaos, amontonaos o como fuere. A este paso, todos terminaremos ahuevaos.
Por Fernando Huidobro
03 de junio de 2021

"Esto", en este caso, es igual a cocinar. Y la moraleja de esta vieja y castiza frase hecha, lo que viene a sentar como verdad popular en cuya experiencia se basa, es que cualquiera puede freír un huevo: yo, tú, ese o aquel; en mi casa, en tu apartamento o en su cuchitril. No digamos ya, si además, quien lo echa es un cocinero y usa sartén y cocina profesional.

Manda, por tanto, huevos que andemos todos fritos en la España postvanguardista de la gran cocina hispánica, por consumir huevos fritos en los restaurantes pagando un huevo por ellos. Hasta hace nada y menos, estaban proscritos de la restauración salvo en tabernas, casas de comidas y modestos establecimientos con menús del día. Y como se te ocurriera pedirlos donde no debías, la indignación del jefe de cocina ante tal ofensa a su ego profesional era de tal calibre que salías de allí con los huevos escaldaos.

Más paradójico aún es, por tanto, que todo restaurante que se precie se haya puesto a servir huevos fritos como loco. No encontrarás carta alguna que no esté manchada de yema de huevos rotos. Pones tu móvil sobre el dibujito ese y te salta del tirón la carta con su consabida huella digital manchada, por supuesto, de amarillo anaranjado. Aunque la verdad es que no es de extrañar porque, como todos sabemos, están de toma pan y moja, y también porque, como todos reconocemos, esa yema líquido-cremosa es la mejor salsa del mundo.

Aceptamos pues el huevo frito como animal de compañía, pero de ahí a, por huevos, darte de narices con ellos a todas horas y en todo lugar, tiene un par. Te los encuentras emparejados con absolutamente todo, con todo, yo ya es que me deshuevo: con langostas, bogavantes, carabineros, que están últimamente que lo petan, y demás crustáceos de glamour; con aguacate a cascoporro con o sin tostada de pan 'jelzy'; con atún en casi todos los despieces de su ronqueo incluido el que va en manteca colorá, 'ofcors'; con calamaritos apuntilláos, ya aparezcan también fritos o planchaos; con caviares de todo color y pez o con, como decimos los viejunos, con puturrú de fuá... Y así podríamos seguir hasta completar un menú anual con variopintos ingredientes y recetas de todo jaez, por supuesto, acompañados de sus inseparables papas y, si eso, una buena pella de sofrito. No lo creo haber visto aún en mitad de una paella, pero ahí dejo la idea porque quedaría ideal de la muerte culinaria 'laifestail'.

Una cosa parece clara, sin moquillo y con doradas puntillitas: la neoposmodernidad de la Cocina Española siglo XXI se está construyendo a base de echarle huevos; los mismos con los que, al menos desde que Velázquez pintara su archiconocida "vieja friendo huevos", la cocina tradicional de todas las Españas edificó sus ancestrales bases históricas hasta llegar, con dos huevos, a ser la másmejor del mundomundial.

Sí, porque, al fin y al cabo, además de los villanos, todos los héroes comen huevos fritos con patatas.