El síndrome de la caravana

Artículo de Vicent Molins
Todo lo que nos enseña el nuevo hit del marketing: la caravana de Voltereta y los restaurantes para no comer.
Por Vicent Molins
15 de octubre de 2020

'Un restaurante de València sorteó una caravana… y no imaginarás qué ocurrió'.

Así puede resumirse el río de interacciones y leads que fluyendo bravo invadió las stories del país de los influencers. El grupo Voltereta, asociado por vía genética al grupo Saona, quiso honrar la cercana apertura de su tercer local en la ciudad lanzando una acción para conquistarlos a todos: una caravana al azar. Comparte, comparte, comparte. Caravana, caravana, caravana. Miles de seguidores ganados a la hora. Una comunidad imantada por el deseo, en fin, de teletransportarse confinaditos en su caravana. Se les pasó aclarar las condiciones legales del sorteo, pero por lo demás… ¡caravana, caravana, caravana!

No hace falta decirlo, pero per si de cas: Voltereta lo bordó. En la búsqueda del cliente a granel, descubrió que una caravana y un par de prescriptores muy bien elegidos podrían hacer mucho más que decenas de cuñas en la tele, la radio y los periódicos. Obvio. Su músculo le pone difícil las cosas a los centenares de pequeños restaurantes cuya competencia con grupos como éste requiere de códigos alternativos.

Pero en cambio, la campaña -más bien, su reverso- denota un síndrome: el síndrome de la caravana. Cómo se construyen gigantes comunidades en torno a una idea de restaurante sin necesitar apelar a ningún principio gastronómico, ni a ningún producto, ni a ningún detalle que incluya algo que llevarse a la boca…

'Si solo es una invitación a una experiencia', 'si es marketing, estúpido'. Que sí, pero no deja de resultar paradigmático que uno de los impactos hosteleros con mayor retorno de los últimos tiempos ni tan siquiera incluya lo alimenticio entre sus valores primarios.

Cualquier día vamos a descubrir el pastel: ¡comer es lo de menos! Comensales cuyos criterios apenas incluyen la necesidad de emocionarse comiendo y restaurantes que anteponen todo lo demás antes que la mandanga, esto es, el comer. Propongo la creación de restaurantes donde no se coma. Solo se vea, se admire, se toqueteen chismes… ¡Pero que no nos molesten dándonos de comer! La vida es como una caravana.