Esta escena la hemos contemplado todos e incluso puede que la hayamos protagonizado. En un restaurante, el camarero llega a la mesa con los platos, los deposita delicadamente frente a cada uno de los comensales y acto seguido uno de ellos —o varios— detiene al resto y sus cubiertos. «Un momento, por favor». Saca su móvil, inicia la aplicación de la cámara y busca el mejor encuadre para inmortalizar los alimentos todavía humeantes.
Unos toques más sobre la pantalla para que quede lo más perfecta posible, como si estuviese recién tomada por un maestro de la fotografía, y la instantánea enfila Internet camino de las redes sociales y aplicaciones mensajería: «Aquí, sufriendo».
En casa, lo sabemos, suele pasar más de lo mismo. Ese pato a la naranja que tan bien nos ha salido. Ese ceviche que parece sacado de la mismísima cocina de un gran restaurante. O incluso ese plato de pasta con chorizo sin más misterio, en el que más responsabilidad ha tenido la cazuela y el cerdo que nosotros mismos, que antes de ser ligeramente rozado por la punta del tenedor de cualquier habitante de nuestro hogar recorre la red de redes en busca de me gustas, corazones y comentarios positivos.
Sin embargo, admitámoslo: nunca podremos emular las lujuriosas fotos de comida de ciertos perfiles que pueblan las redes a partir del mediodía; nuestra comida nunca será tan perfecta. Y, hay que decirlo también, mandar bajar cubiertos a una mesa ansiosa por probar bocado por unos minutos de postureo tampoco está bien.
Es por ello que IKEA pretende que nos tomemos la vida con mayor tranquilidad invitándonos a reflexionar a través de su nueva y divertida campaña, «Let’s relax», trasladada a redes con el hashtag #letsrelax.
Fundamentada en un ocurrente vídeo en el que el patriarca de una familia decimonónica hace llamar a un artista para que pinte un cuadro sobre el ágape que él, su esposa y sus hijas tienen ante sí, imitando nuestras actitudes actuales, la intención es que dejemos de crearnos expectativas innecesarias. A la hora de cocinar, comer o estar juntos. ¿Para qué? Para pasar simplemente a disfrutar. Sin necesidad de seguir modas o posturear, sin competir, haciendo únicamente lo que nos hace felices.
Porque nuestra comida nunca quedará tan bien en las fotos, ni tendrá esa luz de estudio fotográfico, ni mostrará una presentación tan estupenda, ni estará hecha todos los días con esos productos de temporada recién cogidos de la huerta. Pero será la que nos divertirá, gustará y llenará de felicidad. Sin presiones.