Taller Arzuaga, fogones mojados por la Ribera del Duero

Víctor Gutiérrez es el chef a cargo del apartado culinario de Taller Arzuaga, un restorán ubicado en Quintanilla de Onésimo, pequeña localidad de la tradicional Valladolid. Gutiérrez mezcla su saber hacer con la variedad y el conocimiento enológico de Bodegas Arzuaga, sello que refiere a la calidad vinícola y el amor por una de las bebidas culturales que más definen nuestro país.

En este particular obrador de sabores y sensaciones se cultiva el hedonismo de los sentidos, un cómputo de momentos vitales y memorables a través de la emoción del paladar y el olfato. Estamos ante un establecimiento inmenso de cocina castellana de vanguardia que se inicia con la recolecta y selección de los productos de la tierra, sobre todo de la variada caza de la finca La Planta, lugar de origen de los vinos Arzuaga y territorio de fuerte carácter.

Taller Arzuaga

Este restaurante es un espacio ideado para gozar de la propuesta gastronómica en medio de un entorno del que se podría decir que es relajante y plácido. Desde la sala se observan los viñedos, siempre cambiantes según la estación. En el propio establecimiento hay un pasillo que conduce al interior, la bóveda del mismo es un espacio interactivo que aporta conocimiento sobre la cultura enológica de la región.

Dos menús, Reserva y Gran reserva expresan el conocimiento y la sensibilidad de quienes hacen que este atelier sea como es. En ellos encontramos platos como el arroz con cangrejo de caparazón blando, el ceviche de corvina o el pato unido a la potencia de la salsa hoisin, la forma de un mochi y el peculiar carácter del foie. Estas creaciones irradian una querencia por lo asiático y lo latino, en ocasiones directamente por la corriente nikkei o incluso la chifa. Pero este exotismo bien comprendido no nada sólo en mitad de la propuesta de Taller Arzuaga, ya que se combina sabiamente con clásicos como el pichón de Bresse, un plato de caza que es puro sentimiento o las chuletillas, mollejas y azafrán.

Taller Arzuaga

Los postres llaman la atención por su aparente sencillez que marida tradición y búsqueda de lo foráneo como elemento rupturista ante los sabores golosos clásicos. De este modo, el queso se entremezcla con el punto amargo del té matcha. La receta de tarta Sacher, dulce y centroeuropea, recibe aires caribeños con el coco y los petit fours se mueven entre un origen y otro.

La bodega de nuestro objeto de análisis es un canto a la variedad y a la selección. Un viaje entre los caldos que representan tanto la cultura patria sobre el producto vinícola como la idiosincrasia de otros países en los que el vino es también un lenguaje y un punto de encuentro y disfrute pleno.