Debemos admitir que el objetivo era del todo ambicioso: recuperar el restaurante clásico por antonomasia y transportarlo hasta el siglo XXI. Pero a Moritz y a Jordi Vilà, el chef que la cervecera escogió como responsable gastronómico de este joven espacio, ganas nunca les han faltado. Y, claro, han cruzado la meta propuesta con una solvencia absoluta. Louis 1856 se ha convertido exactamente en lo que pretendían.
Uno pone un pie en la sala y respira la esmerada atención al detalle que allí se presta. Donde a partir de 1856 reposaron las primeras cervezas elaboradas por Louis Moritz, de ahí el nombre del establecimiento, uno ahora asiste a un servicio de sala de los que ya no quedan ni en muchos de los más reputados restaurantes clasicistas, evolucionados al son de las nuevas tendencias.

Aquí uno ve de nuevo o por primera vez, según la edad del observador, a los camareros y sus genuinos carros de servicio. Los acercan a la mesa con delicadeza, con diferentes materias primas recién salidas de la cocina dispuestas ordenadamente, y con ellas terminan el plato en cuestión.
Son las últimas pinceladas de obras maestras comestibles, toques finales que apenas se realizan en un par de minutos, pero que marcan la diferencia y devuelven a la profesión un rol que hace décadas perdió.

Entre esos muros de ladrillos desgastados y bóvedas de cañón, con más de medio siglo a la espalda, se degustan clásicos reinventados y platos históricos con influencias alsacianas, en enésimo tributo al fundador de la cervecera. Son platos como el chateau briand de vaca vieja, que se trincha frente al comensal, el chuletón de rodaballo, que de igual modo es desespinado por el camarero en la sala, o la omelette surprise, que se flambea en vivo. Es un espectáculo, sí, y una verdadera experiencia culinaria.
El restaurante Louis 1856 cumple la ambición de hacernos viajar hasta una mesa burguesa de finales del siglo XIX y devolver en cada servicio el protagonismo a la gastronomía clásica, el oficio de camarero y, además, la sana costumbre de compartir. Porque los platos son generosos y están pensados para que sean más de uno —y a veces de dos— los comensales que los degusten.

El concepto de festín gastronómico está más vivo que nunca aquí abajo.
Restaurante Louis 1856
Ronda de Sant Antoni, 41 08011 Barcelona
934253770
www.louis1856.com
Internacional
60€-100€