Las pasiones son capaces de llevarnos hasta donde no imaginamos y la pasión por la gastronomía, por la historia de su tierra y la cerveza llevaron a tres amigos valencianos, Carlos Barthelemey, José Vicente Miralles y Lluís Morant, a embarcarse en un viaje complicado y difícil, no exento de obstáculos, pero con una llegada a puerto gratificante: ver el nacimiento de su propia cerveza artesanal.
El trío soltó amarras, se unieron al maestro cervecero Josep Belda, buscaron inspiración en la tierra que los vio nacer y acabaron dando con la receta perfecta para la cerveza perfecta. Solamente necesitarían agua, malta de cebada, flor de lúpulo y levadura como ingredientes, todos naturales, una elaboración artesanal y mimada, llevada a cabo teniendo en cuenta que pueda ser tomada tanto templada como fría, y un nombre, que reflejase el apego por Valencia. ¿El producto de la ecuación? La cerveza Micalet.

Su alta intensidad aromática, su notable complejidad organoléptica, no estar filtrada ni poseer gas infiltrado, ser afrutada, cremosa y fresca en nariz y boca, poseer un carbónico delicado, una espuma algodonosa, un retrogusto agradable, además de ser fermentada durante un mes en bodega, diferencian a la Micalet del resto y la presentan como una cerveza de mesa, gastronómica, cargada de rasgos particulares capaz de compartir mantel —en copa fina de cristal blanco preferiblemente— con los mejores platos y acompañarlos como el mejor de los vinos.

Se recomienda su consumo a media copa y con espuma, así y sólo así se aprecian las bondades gustativas y aromáticas de esta referencia así como una de sus principales virtudes: ser una cerveza viva, con levadura en suspensión, que fermenta mientras madura y crea CO2 de forma natural.
Porque Micalet no es solamente el nombre del campanario de la Catedral de Valencia; porque Micalet es también la cerveza de autor, valenciana y artesanal que quiere colarse en tu despensa y conquistar tu mesa.