It’s the most wonderfull time of the year! Chinguilin chin, chinguilin chin… Y de esta forma mister Andy Williams nos mete la serenata más rebonica (con permiso de Mariah Carey) de las navidades.
Holi super guapis, mientras escribo esto estoy de súper buen humor. No por las navidades, porque realmente soy medio Grinch, sino porque como soy muy empático me contagio rápidamente de toda esta mierda happier. Consumo, consumo y caritas sonrientes. Frenesí por aquí y allá comprando compulsivamente, ¡joder! Cómo no me va a gustar, si estáis tod@s cual Scarface ante una montaña de nieve colombiana. Además, ahora está bien visto ponerse to fino a manduca y bebercio, ¡así pues demos a las fiestas lo que se merecen!
Otra de las cosas que me ponen contento es que hoy llego con la segunda entrega de:
The wines that made us!
¡Siiiiiiiii! Ya tenemos segunda entrega. Poneos mochila a la espalda porque nos vamos a las tarraconenses tierras de la denominación de origen Montsant. El vino de hoy, si habéis leído el título es Les Sorts Sycar. Syrah y Cariñena de Celler Masroig. Nunca, nunca les he preguntado por quién hizo este naming, ya que se me antoja deductivamente fácil. Lo crearon Manuel y Felisa, los del Bar Mafe. ¡Muahahahaha! Me troncho yo mismo. No, luego os desvelo su origen, aunque mi conclusión es que tiene un naming de bar de barrio de toda la vida. Gracias amiguis cooperativistas por este enorme homenaje. Sus quiero.
Celler Masroig es una bodega de larga tradición de cooperativa. Son de esas bodegas que engrandecen el nombre y empobrecen a aquellos que al leer “Cooperativa” miran a los vinos con desdén. Que os den cuñados del caldo. Dejemos mis pullitas a un lado y centrémonos en el tema. La bodega data del 1917, ya que sí existía antes pero aprovecharon los estatutos de la cooperativa de Lloar para hacer los suyos. Según mi estimadísimo informante, Rafel Pino, persona importante (director comercial) dentro y fuera de la bodega: “cogieron typex, (cosa improbable dada la época mi querido Rafel) y cambiaron el Lloar por Masroig”. Y es así, gente de bien, como los negocios se forjan, con ganas y a base de typex. Este sería el primer punto de inflexión, constituirse, empezar y en los años venideros tras su creación aprovecharían la venta de garnacha dulce a Francia para subsistir. El segundo punto de inflexión tiene que ver con bodegas Torres. Durante un tiempo la bodega compraba uva a la cooperativa hasta mediados de los 90, cuando Torres decide plantar y tener viña propia. Este giro de los acontecimientos forja los cimientos de la bodega que es hoy día. Un cambio de rumbo, la bodega decide dar total libertad de decisión a los enólogos, esa gente que tiene la maldita manía de abogar por la calidad del vino, qué le vamos a hacer. “Para mí una figura importante es Ricard Rofes, quien cambió las bases de nuestros vinos aparte de ser el creador de muchos de los de hoy día. De hecho, es el padre de Sycar junto a Carles Escolar”.
Sycar forma parte de un gran elenco de vinos de mi pasado. Solía comprar los vinos de entrada de Celler Masroig, apreciados por ser vinos más cercanos a mi economía canina, la cual apagaba mi sed curiosa haciendo malabares con mi liquidez. Claro está, cuando uno encontraba algo de oxígeno en esa vorágine monetaria mensual se podía permitir algunos caprichos, de entre ellos apareció Sycar. Los gustos en el vino siempre van variando y cuando uno empieza es una montaña rusa. Las variaciones se suceden dependiendo de las modas, las influencias externas y cercanas, los cursillos o catas a las que asistes y un largo etcétera. En este caso, en esa época servidora estaba más por los vinos de cierta opulencia y más fragantes. Monastrell, Alicante Bouchet, Syrah, Garnacha... Rhone, Jumilla, Calatayud, Almansa, Montsant. La calidez, maduración y volumen por bandera. Sycar, en cambio, trajo una cosa diferente: la elegancia. Aunque tenía un marcado carácter amaderado, existía un hecho diferenciador al compararlo con los anteriormente mencionados: la Cariñena (mazuelo).
Sycar nació del encargo. Por aquel entonces la bodega tenía un comerciante americano que era un figura, tanto que quiso tener un vino donde él metiera mano. Y tanta mano metió que le hizo la 13-14 a la bodega. Pero eso quedó en el pasado y no en nuestro estupendo vino de hoy, el cual fue el elegido por el yanki, con un 70% de Syrah y un 30% de Cariñena, imponiéndose a otros ensamblajes. El comercial buscaba un vino para introducir en el mercado americano con volumen y cierta sutileza. Sycar responde mostrándose amplio y goloso, donde la acidez, un corte mineral y la madera ensamblan un vino balanceado. La Cariñena aquí es la elegancia de la que antes os hablaba. Los vinos eran más amplios, pesados y llenaban la boca de mucha información. Sycar con esa parte de Cariñena, aliviaba la boca, refrescaba y traía inputs minerales. La fruta madura, los balsámicos, eran atenuados y envueltos con matices más suaves pero contundentes. Hoy día van sumando un aporte de Cariñena mayor, aunque Rafel me comenta que volverán a quedar sobre los valores antiguos de ensamblaje. Sea como fuere, Sycar sigue siendo un vino diferente y referente que marcó el paso hacia otros caminos por escrutar. Así que ya sabéis winelovers navideñas, corred raudas y beodas a buscar botellas de Les Sorts Sycar, ¡que hay mucho por lo que brindar!