Dicen que conocer un whisky Bushmills es como reencontrarse con un viejo amigo, un conocido que hace décadas que no vemos pero del que guardamos un buen recuerdo. Porque el whisky irlandés bien hecho, forja esa unión con el que lo bebe que solamente quien lo ha probado puede concoer.
Es por eso que la elección de un whisky de esta destilería homónima a la población que la acoge, en Irlanda del Norte, requiere del mismo sosiego que han conseguido hacerla toda un institución desde que fuese fundada hace más de cuatro siglos. Porque elegir al amigo correcto es tan importante como conservarlo, y una hacer bien una cosa nos garantizará la otra.
Y en esa búsqueda alguien original puede posarse ante nosotros, un espécimen genuino, de gran experiencia, generoso y con sentido. Una referencia interesante como pocas y que de tan escasa como es, denota su gran valor. De esos amigos que puedes contar con los dedos de una mano y aún te sobrarían, de esos whiskies que probarás una primera vez como algo extraordinario, reservado solo a unos pocos, y confirmarás una vez termines el vaso. Una etiqueta como la del Bushmills Single Malt de 21 años.
Este whisky es de escasa oferta, se produce de forma muy limitada y el acceso a él requiere de búsqueda y suerte. Y es que el número de barricas que lo producen, en las instalaciones de la Old Bushmills Distillery, es escasísimo. Esto es debido a la cuidada y escrupulosa selección que requieren, barricas de bourbon y jerez con unas cualidades sumamente particulares que deberán acoger durante más de dos décadas un whisky de una sola malta que será infundido en madera dos años tras el añejamiento y llegará a la botella con un sabor único.
Porque el Bushmills 21 Year-Old Single Malt tiene una nariz caramelizada con recuerdo a chocolate y toffee y un sabor a pasas, con notas frutales y gran permanencia en el paladar que asombra a cada uno que lo prueba. Un amigo, con forma de whisky, para toda la vida.
