La colina es un nutriente esencial para nuestro organismo, agrupado normalmente con las vitaminas de tipo B. La colina fue descubierta en 1864, pero su importancia no fue confirmada hasta finales del siglo XX. Hoy en día se considera fundamental y se aconseja que esté presente en nuestra dieta habitual.
Este nutriente sirve para mantener la integridad de la membrana celular, ayuda para prevenir el hígado graso y favorece la aparición de acetilcolina, un neurotransmisor que ayuda a grupos musculares, mejora el aprendizaje y los recuerdos. Pese a que el cuerpo humano es capaz de producirla en pequeñas cantidades, hay que consumir alimentos que también la posean.
Y es que la colina es considerada de interés en procesos que pueden prevenir enfermedades muy variadas, desde la infertilidad a la hipertensión, del cáncer de próstata al de hígado o también alteraciones del crecimiento o enfermedades de tipo neurodegenerativo.

Las mujeres embarazadas deben tomar un aporte superior de colina para evitar problemas con el desarrollo del feto, así como las que han entrado en la menopausia. Los atletas dedicados a los deportes de resistencia, como el maratón, también deben prestar especial atención a sus niveles de colina. Los niños recién nacidos, todavía lactantes, también están dentro del grupo que necesita una dosis más alta de colina.
Quizá el principal problema de la colina es que los alimentos en los que está presente no son especialmente populares. El hígado de vacuno es quizá el producto con más colina, seguido de los huevos, el pollo, las habas, el bacalao, la soja o varios tipos de coles, como el brócoli o las coles de Bruselas. Incorporando alguno de estos elementos a nuestra dieta diaria estaremos alcanzando los niveles adecuados de colina. También podemos recurrir a suplementos, como la lecitina de soja, que son muy ricos en este nutriente.