El dióxido de titanio es un colorante utilizado en múltiples aplicaciones, el cual, nunca ha estado exento de polémica desde su aprobación como aditivo alimentario. A continuación explicamos qué es, para qué se utiliza y por qué está dando tanto que hablar este compuesto.
¿Qué es el dióxido de titanio?
El dióxido de titanio, también conocido por su código E 171 en la lista de aditivos alimentarios, es un compuesto químico, de fórmula TiO2 utilizado como colorante blanco en una gran variedad de industrias, entre otras, la industria alimentaria, la farmacéutica y la cosmética. Se trata del pigmento blanco más usado a nivel mundial debido a su alto índice de refracción, su facilidad de dispersión en una gran variedad de matrices y su carácter inerte durante el procesado y vida del producto. Los pigmentos de dióxido de titanio se vienen usando desde el año 1930 en multitud de aplicaciones, mientras que su uso como aditivo alimentario ha sido aprobado en Europa en el año 2009.
¿Es seguro el dióxido de titanio?
El dióxido de titanio ha sido considerado un compuesto de baja toxicidad y, hasta el momento, ha estado incluido en la lista de aromas y aditivos aprobados por el panel de expertos de la EFSA, la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria.
Si bien es cierto que en mayo de 2021, la propia EFSA ha emitido un nuevo comunicado mediante el cual informa que, tras evaluar todos los estudios y datos científicos actuales disponibles sobre el dióxido de titanio, este no puede seguir siendo considerado seguro como aditivo alimentario como detallaremos más adelante.
¿Por qué se ha cuestionado la seguridad del dióxido de titanio?
El dióxido de titanio se viene usando en gran cantidad de industrias desde el año 1930, sin embargo, tras su aprobación en el año 2009 como aditivo alimentario, no ha estado exento de polémica, y es que, la IARC, el Centro Internacional de Investigaciones sobre el Cáncer, lo incluyó en el año 2010 en la clasificación 2B (productos clasificados como probables carcinógenos para el hombre, con baja probabilidad cancerígena), y como es comprensible, cuando la palabra cancerígeno aparece adjetivando un aditivo alimentario, este pasa a estar en tela de juicio.
El dióxido de titanio había sido evaluado inicialmente por la IARC en el año 1989 en un estudio incluido en su volumen 47 de monografías, en relación a la exposición ocupacional de determinados pigmentos. La conclusión de aquel estudio había sido que la evidencia sobre la carcinogenicidad del dióxido de titanio en animales experimentales era limitada mientras que, para humanos esta evidencia era inadecuada, motivo por el cual en el año 1989 el dióxido de titanio se clasificó por la IARC en el grupo 3 que recoge aquellos productos evaluados que no pueden considerarse cancerígenos para el hombre.
En el año 2010, la IARC reevaluó el cuestionado pigmento con un extenso estudio incluido en su volumen 93 de monografías, las cuales se encuentran publicadas en la página oficial de la OMS. Este nuevo estudio estaba enfocado al análisis de casos documentados de exposición ocupacional al dióxido de titanio por inhalación. El resultado de esta nueva evaluación había sido que no había pruebas suficientes en humanos sobre la carcinogenicidad del dióxido de titanio, sin embargo, en este caso, sí hubo ciertas evidencias sobre el carácter cancerígeno de la sustancia en determinadas situaciones con animales experimentales. En concreto, el grupo de trabajo que llegó a esta conclusión llevaba un estudio sobre una mayor incidencia de tumores pulmonares en ratas tras la administración de la sustancia mediante inhalación o administración intratraqueal, motivo por el cual en esta ocasión el dióxido de titanio pasó a incluirse en el grupo 2B, que recoge aquellas sustancias posiblemente cancerígenas para los seres humanos, aunque con baja probabilidad.
Asimismo, tras este estudio se concluyó que las evidencias obtenidas sobre el dióxido de titanio, no eran lo suficientemente sólidas como para justificar una clasificación distinta a la del grupo 2B.
¿Por qué años después de su aprobación como aditivo alimentario, la Comisión Europea cuestiona su seguridad?
Es importante resaltar que todos los aditivos alimentarios están en constante reevaluación en base a nuevos mecanismos de evaluación, nuevas metodologías y un conocimiento más actualizado que permita contrastar o aportar nuevos datos a estudios previos, de modo que, en cualquier momento se pueden modificar las condiciones de uso o retirar la autorización sobre un aditivo alimentario considerado seguro en algún momento. Este hecho, lejos de causar desconfianza al consumidor, debería ser motivo de tranquilidad.
En este caso, la EFSA concluye en un dictamen comunicado en mayo del 2021 que el dióxido de titanio no puede seguir siendo considerado seguro como aditivo alimentario, debido a que no se pudieron descartar problemas de genotoxicidad (capacidad de una sustancia para dañar el ADN y que puede dar lugar a efectos cancerígenos) después del consumo de las partículas que componen esta sustancia.
En esta nueva evaluación recién publicada por la EFSA en el momento de la publicación de este artículo, se ha seguido una rigurosa metodología teniendo en cuenta los numerosos estudios disponibles actualmente tras la anterior evaluación realizada en 2016, e incluyendo, en esta ocasión, nuevas pruebas científicas con datos sobre nanopartículas.
Por tanto, tras este nuevo dictamen de la EFSA, la Comisión Europea y los Estados miembros se han coordinado para abordar las acciones necesarias que aseguren que el riesgo identificado se encuentra bajo control garantizando de esta forma la salud de la población en base a los conocimientos actuales.
¿Es motivo de preocupación el consumo de alimentos que contienen dióxido de titanio?
Al margen de los estudios previos y conocimientos actuales y al margen también de la cuestionable necesidad del uso de aditivos alimentarios cuya única función sea estética, lo que debería ser motivo real de preocupación es el consumo del tipo de productos alimenticios que contienen dióxido de titanio como aditivo, ya que la presencia de esta sustancia en alimentación se concentra en productos ultraprocesados de escasa calidad nutricional y conocido impacto negativo para la salud.
Como ya hemos mencionado en otras ocasiones, la mejor medida preventiva para reducir la exposición a una sustancia indeseada en nuestra alimentación es llevar una dieta variada, equilibrada, saludable y adaptada a la edad y estado de salud personal.