Cuando llega la primavera, llegan los Moros y Cristianos. En numerosas localidades de la Comunidad Valenciana y el sureste peninsular, pero especialmente en la provincia de Alicante, su interior y sur de la de Valencia, las fiestas que conmemoran las batallas libradas durante la Reconquista entre los reinos cristianos y los mahometanos llenan las calles de color, música y diversión.
Sin embargo, no todo son festejos, y entre desfile y desfile, acto y acto, hay que reponer fuerzas y ahí entre en juego la gastronomía tradicional de estas zonas. En una de las celebraciones que más tempranamente llegan, los internacionalmente conocidos Moros y Cristianos de Alcoy celebrados durante el mes de abril, varios son los platos que llenan los estómagos de festers y visitantes.

La principal protagonista no podía ser otra: la olleta alcoyana, también llamada olleta de músic. Es la comida típica durante estos días, el plato propio de la festividad por encima de cualquier otro. Tradicionalmente servido durante la noche del primer día de celebración, la popular «nit de l’olla», servía para dar de comer a los músicos de pueblos cercanos que se acercaban hasta la ciudad para tocar durante las cuatro jornadas festivas.
Aunque la noche y el acto se mantienen en el calendario, este potaje hecho con alubias blancas, pencas, morcilla, tocino, asadura y costillas de cerdo, entre otros ingredientes, se sirve durante todas las fiestas y prácticamente durante todo el año.

A esta imprescindible receta se suman las típicas taretes, la denominación empleada en Alcoy y poblaciones limítrofes para nombrar a las tapas. Entre ellas podemos encontrar croquetas de aladroc, es decir, de boquerón; la pericana, una preparación a base de pimientos rojos secos, balacao y ajos; espardenyes, sardinas, merluzas y pescadillas rebozadas y fritas en aceite; o embutidos típicos de la localidad.
Unos kilómetros al sur se encuentra otra importante ciudad con unas multitudinarias fiestas de Moros y Cristianos, Jijona. El enclave alicantino conocido por sus exquisitos turrones, celebra sus fiestas durante el mes de agosto y la gastronomía tiene también su espacio. Son preparaciones compartidas con sus vecinos alcoyanos, como la pericana o la borreta, un guiso de espinacas, ajos tiernos, patatas, ñora, pimiento y tomates secos, a los que se unen los helados, el otro gran emblema de la localidad, y un plato denominado llegum, «legumbre» en castellano. Un arroz con habichuelas, xonetes, un tipo de caracol, y caracolillos más pequeños, que cuenta con una versión de invierno y otra de verano.

También celebradas durante el mes de agosto, las fiestas de los defensores de la cruz y la media luna de Cocentaina tienen en la picaeta, una de sus principales costumbres. Es una forma de empezar una comida o una cena o un ágape en sí mismo. Un festín para el paladar en el que degustar platos como las albóndigas de bacalao; la sangre con cebolla, muy típica; el espencat, un ligero tueste de pimiento rojo, berenjenas y tomate aderezado con bacalao, ajos secos y aceite de oliva; o los tostons, espigas de maíz fritas en aceite de oliva.
Apenas un mes antes, a finales julio, Villajoyosa celebra sus festejos. Por su condición costera, los platos que se sirven durante todo el año y, especialmente en el verano, tienen un marcado carácter marinero. Así, mientras se disfrutan de los desfiles de las comparsas de moros y cristianos o de su impresionante acto del desembarco, podemos degustar arroces, como el que se acompaña de merluza o el que combina boquerones con espinacas; un indispensable pulpo a la vilera, en el que el cefalópodo se acompaña de ajos y ñoras; así como el caldero o el suquet de pescado.

Podemos finalizar nuestro viaje gastronómico-festivo desplazándonos de nuevo al interior de la provincia alicantina, hasta su límite con Castilla-La Mancha, llegando a una localidad como Villena, nexo de unión entre el Mediterráneo y la Meseta.
Su gastronomía, presente en sus fiestas de Moros y Cristianos celebradas durante el mes de septiembre, se caracteriza por el mestizaje que provoca su emplazamiento geográfico. Sobresalen platos como el gazpacho de Villena, que habitual en sus fríos inviernos emula el tradicional de la cocina manchega y se hace acompañar de ajoaceite; la gachamiga, hecha con harina, ajos, aceite y agua; las pelotas de rellenos, muy típicas; o el triguico, un imprescindible, elaborado con trigo picado, cerdo, pencas, alubias coloradas y nabos.