A escasos 40 km de la ciudad de Múnich se encuentra Frisinga, una localidad bávara de gran historia cervecera. Fue ahí donde en 1516 Guillermo IV de Baviera dictó la famosa ley de pureza alemana que establecía que cualquier cerveza debía elaborarse sólo con cebada, lúpulo y agua. Y también fue ahí donde quinientos años antes, en el siglo XI, un grupo de monjes benedictinos fundó la cervecería Weihenstephan que presume de ser la más antigua del mundo que todavía sigue en funcionamiento.
A pesar de fijarse el año 1040 como la fecha del nacimiento de esta fábrica de cerveza, las bases de la misma se establecieron unos tres siglos antes cuando, alrededor del año 720, San Corbiniano fundó un monasterio dedicado a San Vito primero, y a San Esteban más tarde en el monte Nährberg, dando lugar a la Abadía de Weihenstephan.
Por esa época ya existen las primeras referencias al mercadeo de lúpulo por parte de los monjes que ahí habitaban, lo que podría suponer un indicio de que ya se fabricaba cerveza por aquel entonces, aunque no fue hasta mediados del siglo XI que la abadía logró obtener una licencia para fabricar y comercializar cerveza. Y así ha seguido haciéndolo a lo largo de los últimos mil años de manera casi ininterrumpida, hasta convertirse hoy en día en la Cervecería Oficial del Estado de Baviera.
Weihenstephaner Vitus, la weizenbock de la cervecería más antigua del mundo
Casi un milenio más tarde, esta cervecería, tras numerosas destrucciones y reconstrucciones, sigue produciendo, y de qué manera, una amplia gama de cervezas de todo tipo. Entre ellas, además de la Weihenstephaner Korbinian, una doppelbock que rinde tributo al fundador del monasterio, destaca sobre todo la Weihenstephaner Vitus, una weizenbock que fue galardonada como la mejor cerveza del mundo en 2011, además de recibir el premio a la mejor cerveza de trigo del mundo en 2010 y 2012.
La Vitus, obviamente en honor a San Vito, el primer santo al que Corbiniano dedicó su monasterio allá por el siglo VIII, no es una cerveza para todos los paladares. Como todas las weizenbock, se trata de una cerveza de trigo oscura y de mucho carácter, con un contenido alcohólico de 7,7%. Podríamos describirla burdamente, aunque no sea un símil del todo correcto, como la Voll Damm de las cervezas de trigo. Ya os la estáis imaginando, una cerveza fuerte, con mucho sabor y de la que no debes abusar en demasía si no quieres salir derrotado del envite.
En resumidas cuentas, se trata de una versión más malteada, potente y alcohólica de las típicas cervezas de trigo alemanas hefeweizen como pueden ser las Paulaner o Franziskaner, por nombrar un par de ejemplos, aunque sigue compartiendo ciertos aspectos con ellos. Es una cerveza dulzona, con toques cítricos y afrutados (notas de albaricoque y plátano), que marida perfectamente, según los expertos, con carnes rojas, quesos fuertes y postres.