Bélgica, Alemania, Reino Unido, Estados Unidos, República Checa… Quizás esos sean los países que primero se nos vienen a la cabeza al hablar de cultura y producción cervecera, tanto por calidad como por cantidad. Posiblemente a alguno se le ocurriría mencionar Italia, Canadá o Países Bajos, pero pocos se pararían a pensar en Noruega, una joya en esto de la fabricación de cerveza artesana en Europa.
Sobre todo en la pequeña provincia de Trøndelag, donde se vive con especial intensidad este arte. Como muestra, la presencia de 22 cerveceras y 5 malterías en un área de apenas 1500 hectáreas, una densidad que supera con creces a algunas de las regiones supuestamente más prolíficas del mundo. En municipios como Skjeltstadtmarka, Skatval, Herga y Stjørdal, la elaboración de cerveza es prácticamente una religión, sobre todo en esta última que precisamente da nombre a un tipo de cerveza ahumada muy popular en estos lares y que recuerda a la rauchbier alemana: la stjørdalsol.
Este tipo de cerveza lleva produciéndose desde hace siglos. De hecho, muchos piensan que esta tradicional forma de elaborar cerveza la trajeron los vikingos desde las Islas Feroe donde aprendieron a preservar el grano recogido durante la cosecha para que aguantara el gélido invierno. Para ello lo secaban sobre una fogata en una especie de ahumadero, pero pronto se dieron cuenta que podían aprovechar esta técnica para fabricar cerveza, terminando el proceso de malteado con un secado a fuego lento sobre una fogata durante tres días.
Y esa técnica es la que precisamente le da su carácter diferencial a la stjørdalsol, una cerveza deliciosamente ahumada en la que se emplea madera de aliso en lugar de haya como en las rauchbier alemanas, con un sabor muy potente y dulzón, una carbonatación más bien baja (como las ale inglesas más tradicionales), un amargor prácticamente inexistente debido al escaso uso de lúpulos, y una graduación alcohólica que suele oscilar entre el 7 y el 9%.
Este tipo de cerveza se fabrica de manera casera en decenas de hogares de la región, pero una cervecera local, Stolt Bryggeri AS, ha querido rendir un pequeño homenaje a este estilo pero de una manera más comercial, con una vida más larga para preservar durante más tiempo todas sus cualidades. Stolt es el proyecto cervecero de Mikael Slettedal, un apasionado de la cerveza artesanal que un buen día decidió tomar las riendas de la antigua cervecera Stjørdalsbryggeriet, ubicada a tan solo 4 kilómetros del centro de Stjørdal, junto a otros dos socios.
Stolt Røyklagt, la mejor cerveza ahumada del mundo según el Barcelona Beer Challenge 2019

Esta nueva iniciativa lleva en marcha desde principios de 2018, primero produciendo a pequeña escala y distribuyendo sus variedades entre las tiendas locales, hasta comenzar a exportar sus primeras referencias, aunque tienen muy claro que su mercado es más bien regional. Ahora ya cuentan con 7 variedades fijas más 2 estacionales, todas ellas elaboradas con productos de la zona y esperan poder realizar nuevas cervezas experimentales con cualquier tipo de materia prima autóctona que se les vaya ocurriendo.
Pero como ya habréis imaginado su referencia de mayor éxito es su cerveza ahumada, la que elaboran siguiendo aquellas técnicas industriales importadas por los vikingos. Bajo el nombre de Røyklagt, que precisamente significa ahumado, comercializan su visión particular de la stjørdalsol.
Una cerveza que requiere un largo proceso de preparación. Sus responsables tardan hasta 8 días en preparar el grano antes de poder comenzar a elaborar la cerveza, tiempo durante el cual deben dejar la cebada en remojo, secarla, maltearla y luego tostarla durante tres días sobre un fuego que deben mantener vivo las 24 horas del día. En total, el período de elaboración puede alargarse hasta los 30 días, pero tanto esfuerzo vale la pena, y mucho.
Básicamente porque el resultado es espectacular. Una cerveza rubia, pero algo turbia, con una graduación alcohólica del 7%, de aromas y sabores muy ahumados, aunque nunca quemados ni agrios. El uso de enebro fresco durante la elaboración le da un pequeño toque cítrico y resinoso, lo que compensa la total inexistencia de lúpulo en la receta, y las levaduras locales le aportan unos pequeños matices ácidos y a manzana.
Una cerveza que bien vale la pena probar si se tiene la oportunidad y que no ha pasado desapercibida por los jueces de algunos de los certámenes cerveceros más prestigiosos del mundo, como es el caso del Barcelona Beer Challenge, que no dudó en otorgarle una medalla de oro en la categoría Smoked Beer en la edición de 2019.