Colmar es una pequeña ciudad del noreste de Francia, muy cerca de la frontera con Alemania, de hecho, casi se puede considerar la ciudad francesa más alemana de todas. Una localidad muy bonita que parece sacada de un cuento de hadas con su centro histórico de calles empedradas, canales sinuosos y casas coquetas. No en vano, hay quien afirma que la escritora Gabrielle-Suzanne Barbot de Villeneuve se basó en este lugar para ubicar su obra más famosa, La Bella y La Bestia.
A nivel gastronómico, Colmar destaca por su producción vinícola y es considerada por muchos como la capital de los vinos alsacianos. Paseando por la ciudad, uno puede comprobar que está rodeada de viñedos, y visitando sus restaurantes, se nota que la producción local se especializa en Riesling y Gewürztraminer. Pero eso no significa que no haya espacio para otras bebidas alcohólicas autóctonas, como es el caso de la cerveza, ejemplificado en la Brasserie de Sainte Cru, la microcervecería más importante de la ciudad y una de las marcas de cerveza artesanal más importantes de Francia.
Originalmente fundada en la pequeña comuna de Sainte-Croix-en-Plaine (de ahí el nombre de la marca), a apenas 10 kilómetros de Colmar, sus responsables se establecieron definitivamente en su localización actual en 2013, un año después de su apertura oficial, aunque ya llevaban más de un lustro experimentando con la fabricación casera de cerveza. Como ellos mismos confiesan, su gran revelación llegó probando diferentes IPAs y descubriendo el mundo de los lúpulos americanos de los que se confiesan fervientes seguidores, por lo que es un componente esencial de su catálogo.
33% de inspiración e inconformismo, 33% de técnica y obsesión, 33% de materias primas de la máxima calidad. 100% de orgasmo gustativo.
En estos siete años de vida, St. Cru ha logrado convertirse en un referente tanto a nivel nacional como internacional, gracias a sus cervezas atrevidas, su calidad y su determinación por sacar lo mejor de las materias primas disponibles. En 2019 ya llegaron a fabricar algo más de 5.000 hl de sus referencias y para 2020 esperaban llegar a 7.000 hl, lo que es un buen indicador de su crecimiento, aunque en un año tan especial como este es complicado que se cumplan previsiones de este tipo.
Con este incremento de su popularidad, no podía faltar un taproom anexo a su fábrica en Colmar. Un pequeño bar con ocho grifos donde degustar tanto sus cervezas más fijas como pequeños lotes experimentales sólo disponibles en fábrica. Como defensores de la vida sana y la práctica regular del deporte, han instalado un futbolín para amenizar las veladas, y además cada año, con la llegada del buen tiempo, estas instalaciones se convierten en la sede de su propio festival de cerveza, con música rock en directo y los mejores foodtrucks de Alsacia sirviendo comida a los asistentes.
La White IPA más aromática de Microbrasserie de Sainte Cru

Una de sus cervezas más interesantes es esta White Rabbit, una referencia que ha evolucionado con el tiempo, sabiendo adaptarse a los nuevos estándares que exigen cada vez más y más lúpulo. La que se concibió inicialmente como una bière blanche o witbier clásica, es decir, una cerveza de trigo de estilo belga, se ha convertido finalmente en una White IPA muy refrescante, sabrosa y aromática. Hablamos de una India Pale Ale elaborada con lúpulo americano (como no podía ser de otra manera), con un elevado porcentaje de trigo en su composición, además de avena. Es por lo tanto bastante turbia, como es habitual en las referencias que incorporan estos cereales, de color amarillo pajizo y espuma blanca abundante y persistente.
Es una cerveza de trigo algo diferente a lo que estamos acostumbrados. Se aleja bastante de las hefeweizen alemanas y, aunque guarda algunos parecidos con las cervezas blancas belgas, que suelen caracterizarse por las notas florales y a cilantro y clavo, en este caso resulta mucho más aromática debido al empleo de más lúpulo y, sobre todo, a la adición de éste en fase de dry hopping. En la White Rabbit encontramos sabores a frutas exóticas como mango y maracuyá, y frutas cítricas como limón y pomelo, lo que aporta algo de acidez a la cerveza. En cuanto a sus aromas, se perciben matices resinosos, mango y piña.
Dentro de la gama fija de Sainte Cru, sus autores la definen como su cerveza nihilista, viniendo a complementar su cerveza pacifista (Tempete du Desert), anarquista (Apocalypse Now), neoliberal (Read is Dead), hedonista (Sex, Ale & Rock’n’Roll) y satírica (Orange Mecanique). Una cerveza con una graduación alcohólica del 5% y unos 20 IBUs de amargor, pues como ya hemos comentado el lúpulo empleado es principalmente aromático (de las variedades Simcoe, Citra y Amarillo).
Estéticamente también resulta una cerveza atractiva por su peculiar etiquetado. Como todas las referencias embotelladas de la marca, la etiqueta tiene forma de cruz templaria en honor al nombre de la microcervecería, y en esta ocasión nos muestra una pareja de terroríficos conejos blancos gigantes destruyendo una ciudad con rayos lanzados con sus ojos. Una imagen quizás algo perturbadora que no debe inquietarnos mientras la degustamos junto al maridaje recomendado por sus creadores. A saber, queso de cabra o un buen sushi.