Si uno tiene la oportunidad de viajar por los Alpes, no puede perder la ocasión de visitar una de las regiones más pintorescas de esta cordillera, el Tirol, que une el norte de Italia y el oeste de Austria con el sur de Bavaria, convirtiéndose en una ruta imprescindible para cualquier amante de los paisajes espectaculares y, desde hace pocos años, de la buena cerveza. Y eso que precisamente el país austriaco, donde se encuentra gran parte del Tirol, no es un lugar que destaque sobremanera por la producción de cerveza artesanal con un sector cervecero dominado por los grandes fabricantes como Gösser, Stiegl u Ottakringer.
Pero a apenas una hora de Innsbruck, la urbe más importante de la región, y muy próxima a Kitzbuhel, dos ciudades que los amantes del deporte televisado conocerán por sus grandiosos saltos de esquí y por su famoso torneo de la ATP, encontramos un pequeño oasis de cerveza artesanal. A pie del monte Scheffauer, habitual zona de escalada, y rodeada de bosques y pastos verdes encontramos Stöfflhof in Schwoich, una antigua granja y ahora sede de Bierol GmbH, auténtica pionera en esto de la cerveza tirolesa.
La relación de esta granja con el mundillo de la cerveza se remonta a 2004 cuando Peter Bichler, dueño de la misma, creó su propia microcervecería donde elaboraba estilos clásicos. Pero no fue hasta diez años más tarde cuando, ya retirado de su hobby, su hijo Christoph, quien había descubierto las bondades del craft beer americano en EEUU decidió dar un nuevo empujón al negocio, apostando decididamente por la cerveza artesanal. Junto con sus colegas Max Karner y Marko Nicolic, empezó a experimentar con lúpulos, maltas y levaduras para producir las primeras artesanas tirolesas: primero una IPA, luego una stout y hasta se atrevieron con su primera cerveza madurada en barrica.
El éxito de los tres chicos fue abrumador teniendo en cuenta que estos estilos no eran ni de lejos populares en Austria, ni mucho menos en el Tirol. Aun así, con toda la ilusión del mundo acudieron al primer festival de cerveza artesanal de Viena con unas cuantas botellas de sus cervezas con las etiquetas pegadas a mano. El recibimiento no pudo ser mejor, como tampoco lo pudo ser en sus siguientes ferias en Italia y Alemania. Desde entonces, su crecimiento ha sido exponencial, convirtiéndose Bierol en un auténtico referente en la escena cervecera austriaca, ganando por el camino varios premios regionales e incluso un premio Gault & Millau a la mejor cerveza de 2018.
El Patrón, posiblemente la mejor Imperial IPA tirolesa

Aunque alejados del mundo mainstream, Christoph, Marko y Max no se olvidan de sus orígenes y no dudan en experimentar con ingredientes locales e intentar reinventar los estilos clásicos desde un punto de visto poco tradicionalista como se puede comprobar en cada una de las cervezas que elaboran. Cervezas que podemos degustar en cualquiera de las cervecerías que han ido aflorando por el Tirol a lo largo de los últimos años (véase el Tribaun de Innsbruck) o en el propio taproom de la marca en la granja que vio nacer a Bierol, ahora convertido en un restaurante de gastronomía local con 8 grifos de cerveza y actuaciones musicales en directo.
Y justamente ahí podemos degustar una de las cervezas más potentes de la marca. Potente no sólo por su sabor, aroma y alcohol, sino también por su nombre: El Patrón. No, no tiene nada que ver con cierto narcotraficante colombiano sino que está inspirado en otro personaje de gran carácter aunque sus autores prefieren mantenerle en el anonimato. De hecho, antes de ser El Patrón esta cerveza iba a ser bautizada como El Presidente, pero al darle un toque de mayor fuerza y lupulización decidieron apostar por un cambio de nombre de esta India Pale Ale.
Porque esta es una Imperial IPA de carácter tropical que resulta extremadamente potente tanto en el paladar como en la nariz. Se trata de un ejemplar perfecto de una doble IPA muy cremosa y sedosa y con mucho cuerpo. Enseguida se perciben notas de maracuyá, miel y vainilla que rápidamente se transforman en sabores y aromas cítricos y herbales debido al lúpulo americano de la variedad Mosaic empleado en su elaboración.
Por lo demás, se fabrica con maltas Pilsner, Carapils, trigo y avena, además de levaduras de alta fermentación. Se trata de una cerveza de color amarillo dorado y espuma blanca que a pesar de su 8,2% de graduación alcohólica, empieza bastante dulzona para luego proporcionarnos un final seco y amargo, en el que predomina la intensidad y la potencia.