Hace unos cinco años, Paul, un diseñador francés que descubrió el mundo de la cerveza artesanal como muchos otros, a base de catas y probaturas personales, decidió dejar su oficina -confiesa que los ordenadores nunca habían sido lo suyo- para embarcarse en el aprendizaje y el análisis de los sabores, aromas y olores de la cerveza, convirtiendo su pasión en su profesión. Por su parte, Vincent, natural de Quebec, aterrizó en Francia a principios de los años 2000 para completar sus estudios de antropología y convertirse en profesor. Siendo canadiense, la cerveza artesana nunca le fue extraña, pero no fue hasta que conoció a algunos profesionales del sector que decidió dejar atrás su hobby para convertirlo en un modo de vida.
Después de que sus caminos se cruzasen, Paul y Vincent son ahora las dos caras visibles de Azimut Brasserie, una pequeña microcervecería francesa fundada en Burdeos en el año 2016. Siguiendo los preceptos del arquitecto alemán Ludwig Mies van der Rohe y su filosofía del menos es más, se esfuerzan por crear cervezas simples y accesibles, pero sin dejar de ser originales y sorprendentes. Cervezas concebidas para beber generosamente a pintas o para degustar lentamente maridadas con un plato de alta cocina.
Y dentro de esa simpleza, apuestan por cervezas con etiquetas y nombres sobrios con una relación unívoca entre una cerveza y un tipo, nombrando sus birras por el estilo que representan, para facilitar la comprensión de todos sus clientes y ayudándoles a saber qué esperar de cada referencia. Todo ello, a orillas del Garona, en una región tradicionalmente más vinícola y donde la cerveza se observa con algo de recelo.
Las cervezas son como baguettes: hay algunas buenas y otras incluso mejores.
Pero en el fondo, se consideran exploradores de cervezas que intentan crear recetas inspiradas por todos los estilos y todos los países. Desde su pequeña fábrica de apenas 350 metros cuadrados producen a día de hoy cinco variedades permanentes, dentro de su serie bautizada como oceánica, todas ellas con motivos marinos, además de lo que ellos llaman sus exploraciones, básicamente gamas de cervezas experimentales de tirada corta con las que seguir sorprendiendo a sus clientes más fieles y que recaen dentro de otras cuatro series: espacial, tropical, polar y montañosa.
La American IPA, la baguette más tropical de Azimut

Y precisamente dentro de esas cervezas permanentes, esas que forman su colección esencial, queremos destacar la que es una de sus cervezas más lupuladas, su American IPA, la que podemos identificar fácilmente por su etiqueta roja y el feroz tiburón martillo que la adorna, intentando representar el poder tropical que se desata al abrir una de sus botellas o servirse una pinta de esta birra.
Se trata de una American India Pale Ale de lo más clásica, llena de matices tropicales y cítricos, sabores y aromas a mango y piña, con un final que nos recuerda a pomelo. Estos toques afrutados no le restan un ápice de amargor a esta IPA de color dorado, pues los ensayos de laboratorio lo sitúan en torno a los 65 IBUs. Amargor que se debe al empleo de lúpulos Magnum, mientras que se emplean otras variedades americanas como Simcoe y Mosaic para aromatizar la cerveza tanto en cocción como en dry hopping.
El resto de ingredientes utilizados en la elaboración de esta IPA americana con una graduación alcohólica del 6,5% son una cepa de levadura tipo American Ale, dos variedades de maltas de cebada, en este caso Pils y Carablond y, por supuesto, agua natural de la región de Burdeos tratada convenientemente para que tenga las propiedades adecuadas para la fabricación de este estilo.
En definitiva, una cerveza que marida a la perfección con recetas picantes o especiadas y platos grasientos: sus propios autores la definen como el acompañante perfecto para un buen kebab, por muy poco gourmet que eso sea. Obviamente también casa maravillosamente bien con la cocina india, mexicana y carnes a la barbacoa, además de postres ricos en jengibre y canela.