Porque es una estrella que surge de los viñedos, un vino icónico que representa a toda una bodega y a todos sus caldos, Triennia toma como símbolo el astro de tres puntas que el arquitecto británico Norman Foster concibió para las imponentes instalaciones de Portia en la localidad castellanoleonesa de Gumiel de Izán.
Es elaborado con una exquisita selección de uvas tinta fina del país, realizada artesanalmente grano a grano, procedentes de uno de los viñedos más destacados de la bodega, Pago Carronda. En esos suelos arcillosos y arenosos las vides son mimadas, atendidas y cuidadas para que puedan dar de sí mismas lo que se espera: la mejor materia prima.

Con ellas, con las mejores entre las mejores, Portia realiza una fermentación maloláctica en barricas nuevas de roble francés que, tras el proceso, criarán el caldo durante todo un año. 365 días después, Triennia terminará de afinarse durante dos meses en otros nuevos toneles de roble francés para alcanzar su plenitud.
Este cuidado proceso de elaboración consigue un vino limpio y brillante, de un profundo color cereza picota, que en la fase olfativa nos deja clara su intensidad y complejidad. Frutos negros extremadamente maduros, caramelo inglés, pinceladas de cacao, cierto toque dulce y un tostado de barricas y madera desvelan a la nariz que gustativamente hablando es potente, sabroso y, además, sumamente equilibrado. Triennia se gana a pulso el apelativo de icono y la consideración de símbolo, no hay duda.