Más de un siglo y medio ha pasado desde que en el año 1858 comenzase un sueño en la localidad alavesa de Elciego, donde se alzaron las primeras instalaciones de una bodega pionera que ha crecido al paso de su afán por ser un referente e ir a la cabeza.
Porque Marqués de Riscal es viva historia de la viticultura española, europea y mundial, porque los alaveses fueron los primeros en conseguir para un vino no francés un Diploma de Honor de la Exposición de Burdeos en el año 1895, porque esta bodega instaló la primera mesa de selección de uva de la D. O. Ca. Rioja en 1995, porque los de Elciego inauguraron el imponente proyecto Ciudad del Vino junto a su antigua bodega en 2006 y quizás, sobre todo, porque son los responsables de establecer en Rueda la primera bodega dedicada a la producción de vinos blancos jóvenes en 1972 e impulsar, casi una década después la Denominación de Origen Rueda.
Vinos de los Herederos del Marqués de Riscal cuenta con el mayor viñedo en propiedad de la D. O. Rueda con un total de 205 hectáreas siendo, a su vez, uno de los mayores productores de vino de toda Castilla y León. En estas tierras, situadas en torno a la propia Rueda, La Seca, Serrada y Rodilana, la bodega cultiva las variedades verdejo, sauvignon blanc y viura para elaborar caldos de tantas cualidades como el Finca Montico.
Este es un vino blanco joven monovarietal, completamente verdejo, elaborado con las uvas vendimiadas en el pago del Montico que los alaveses poseen sobre algunas de las terrazas más altas del Duero. En este característico terreno pobre y cascajoso, de cantos rodados salidos del río, la vid adquiere la tipicidad de los verdejo más Rueda para armar, junto con una vendimia en cajas pequeñas, un enfriamiento de las uvas previo a un ligero prensado sin estrujar ni despalillar, una fermentación con levaduras autóctonas y un reposo de al menos cuatro meses en sus lías, un vino con cuerpo, complejo y untuoso, un vino con personalidad aromática y características originales.
El Finca Montico 2013 se embotella con un color amarillo verdoso, brillante, que recuerda al hinojo, la pera, el melocotón o las finas hiervan que llegan a la nariz junto a una pronunciada esencia varietal, aunque su objetivo no sea embriagar por el olfato, sino más bien sorprender en boca con su frescura, lo graso que se presenta, la untuosidad manifiesta que ofrece y el final largo y redondo que deja. Es un caldo que combina a la perfección con carnes blancas, frías, jamón, pollo, pasta, mariscos y pescados y aguanta conservando todo su carácter elegante y complejo hasta dos o dos años y medio después de su cosecha. Un blanco joven que agradecerá tu bodega.