¡Hola guapis! Here I come again, como la Navidad. ¡Ah, no! Que se ha acabado. Ho, ho, ho. Adiós Navidad. Una época insufrible que sólo me aporta gastos y quilos de más. Parte de la culpa la tienen mis queridísimos panettones, a los cuales voy dando caza desde ya entrados principios de noviembre. Esto es sólo por ver cuál a final de año es el mejor de mejores. Aunque hay que andarse con ojo, ya que te pones to’ tocho comiendo semejantes bichos. El mismo nombre lo dice y todos lo sabemos, panettone, que procede de abreviar la expresión "ponerse como un tonel". Ponerse como un tonel-panettone. Todo lo demás son invenciones transalpinas.
Otra de las cosas que aporta la Navidad (y me acabo de librar de ellas) a nuestras casas, es esa insoportable carga de lucecitas, adornos, pesebres o yo qué sé de cosas multicolores por allá y acullá. ¿Y los villancicos… existe cosa más insoportable? Bueno sí, quizás poner a grandes voces de American Standard a cantar sonatas pausadas y cortavenas. ¡Suerte de nuestra amadísima Mariah Carey! Eso si es espíritu navideño, sisisisisi y mil veces sí. En esta revista somos muy de la hiperbólica y entusiástica Mariah. Con esta sí que saltan brindis al aire y me contagio del jolgorio. No se me ocurre mejor manera de brindar en esas señaladas fechas que con vino, bueno en estas, en primavera, verano, en los solsticios, vamos, así en general.
Además, fijamos que el estandarte de las Navidades es Santa Claus. Un hombre cebado, risueño y con la pinta de ebriedad más clara ever. Y eso, ¿por qué? Pues porque se pone finuco a vino de ese recalentado y especiado. Cosa que desde aquí, este púlpito Bonvivaerense proclamo como aberración. Suerte que soy majo y me gusta redimir a todos. Por eso uno hoy os lleva de viaje hasta Austria, para demostrar que en las zonas frías se puede beber el vino de Claus. ¿Santa Claus? ¡No! Claus Preisinger. Ahora ya os aseguro que, tras beber sus vinos lo ponéis de santo para arriba.
¿Y quién es Claus Preisinger? Un joven y macizorro viñador nacido en Austria en la región de Burgenland, en un pueblito llamado Gols. Os voy a explicar un poco de la zona, pero claro, esto se me antoja harto complicado. Ya que conozco a más de un@ que es incapaz de orientarse en las plantas del Corte Ingles, ya ves tú el cachondeo si lo hacemos con Austria. Pero si tú me picheas, yo te picheo y sigo pa’lante. La región de Burgenland está situada al este del país, sí, manda narices que un país tope de alargado como una mancha de café tenga un este y oeste. Con lo fácil que seria decir solo norte o sur y más a la izquierda de la mancha o la derecha, total si está achatadísimo. Pero bueno, nosotras como somos gente de bien y estamos taco de informadas, decimos en el este. Concretamente en la cuenca del Rio Danubio. Que comprende justamente eso, desde el Danubio en esa zona fronteriza, llegando a alargarse hasta las faldas del lago Neusiedl. Es ahí, a orillas de este lago donde Claus hace sus vinos. No es nadie el jodío, tiene una climatología la mar de buena para hacer sus vinetes. Aparte de eso, el terruño está lleno de suelos pobres ideales para ello. Todo esto conforma la cuenca del Danubio, una pluviometría excelente, zona fresca en verano para la madurez óptima, suelos pobres y un lago, que ya me dices tú si es negro o blanco. Pues ni blanco ni negro, sino una escala de grises, ya que ahora viene cuando os digo que Claus pertenece al movimiento naturi. Así que algunas lo celebraréis como agua de mayo y otras pondrán mala cara. Haced como yo, poned cara de póker winelover, es decir, te la suda, sólo nos importa si el vino está bien hecho. Pannobile es un movimiento de la zona al cual pertenecen nueve elaboradores. De entre ellos está Claus, que, tras coger la riendas de la bodega familiar lleva todo a la mínima intervención, aunque si el vino se tuerce, no le tiembla la mano con el sulfuroso. Vamos que el chico tiene cabeza. Es justo y honesto, no todo vale a la hora de hacer vinos. La simpleza a veces está más cerca, haz lo vinos como quieres y aplica lo necesario. El gris claro que saco yo de estas iniciativas es bueno, ya que al final por lo único que se aboga es por tener un mínimo de calidad, la salvaguarda de un territorio y unos varietales autóctonos. Claus con su manera de hacer es punta de lanza del movimiento, adquiriendo una conocidísima fama a nivel mundial.
Blaufränkisch Kalkstein es el tinto pepinazo de Claus que hoy os traigo. La Blaufränkisch es un varietal tinto típico de Centroeuropa, muy extendido por República Checa, Hungría, Croacia, Alemania e incluso Italia. Es en Alemania donde recibe uno de sus nombres más conocidos, la Lemberger. Varietal de maduración tardía, ofrece vinos de baja graduación con una maduración fenólica fenomenal y un tanino marcado. En este caso planta la viña en suelos calcáreos, de ahí el nombre Kalkstein, que, traducido del alemán, quiere decir terruño calizo. Suelos pobres de marcado carácter mineral.
El resultado es el de un tinto espectacular, buena fruta, crujiente, acidez y un grado alcohólico (12,5% vol) que nos permite beberlo sin hacerse pesado. ¡Vivan los vinos de fresqueo! En este caso el apelativo gluglú no se lo doy. Ya sabéis mis winelovers, con gluglú nos referimos a ese tipo de vino de beber y no parar. Como nosotras somos gente civilizada, nos van los vinos anti-jumiller. Las mermeladas con alcohol son muy del 2000, ahora nos apuntamos a los vinos de fresqueo y gradito justo para pillar el puntillo. En este caso su óptima madurez, la tanicidad, (pulida por eso) da como resultado un vino bien estructurado y balanceado. Como un puñetero bolso de Michael Kors es capaz de adaptarse en muchas comidas o de aportar un momento estupendo a la hora de conversar con una copa en mano. Porque de eso han Tratado esas fiestas, reuniones en casas, restaurantes, bares y todas juntas, gastando y aguantando una fecha que se me atraganta sobremanera. Los único bueno que tiene el pasarla es que ya dejamos un anodino año atrás y, ¡que cada vez se va acercando más el veranito!