Si me pides en esta época tomar un rosado porque te apetece "algo fresco", te diré "que te den con ese mismo viento". Al igual que las bicicletas no son solo para el verano, los rosados por mucho que se empeñe el vecino de turno, no son un vino estacional. Los rosados son grandes vinos que viven al margen de todo, tienen el carácter propio del hermano de en medio y como tal, desarrollan su propio camino ofreciendo lo mejor. Pero si me preguntas por un rosado que me guste, te responderé rápidamente: el de la bodega Bàrbara Forés. Sin duda alguna, es un rosado de fondo de armario.
Bàrbara Forés es una bodega con acento catalán, tradición vinícola y fuerza femenina. Nacida en Gandesa, Tarragona, pleno corazón de Terra Alta. Es una bodega familiar con el nombre de la matriarca, la madre de Rafael Ferrer, su fundador. En nuestros días ha sido llevada de la mano de Carme Ferrer, mujer arraigada a su tierra y tradición. Con una sempiterna sonrisa, convicción enorme por sus vinos y pasión desbordantes. A Carme la conocí hace ya bastante tiempo, ni lo cuento que me hace viejo y aquí de lo que se trata es que envejezca el vino. Fue ella quien quiso conocerme por unas palabras que dije acerca de uno de sus vinos, así es la gente humilde y trabajadora. Atenta y agradecida.

Tres generaciones reposaban en su espalda, más de cien años de bodega y ahí estaba, sonriente. Junto a Manuel Sanmartín (Manolo), posiblemente uno de los hombres más orgullosos de este mundo cuando le preguntan por su familia, Carme ha llevado a nuestros días el legado familiar. Este se ve ahora continuado con la incorporación de Pili Sanmartín. Es la hija de ambos, recoge el testigo maternal, familiar y aporta a las nuevas añadas una sensibilidad más cercana a la tierra. Mujer de altos vuelos, marca de la familia y poetisa de manos encallecidas en la viña. Su aportación a la tradición familiar es hoy día clave. Hay que echar un ojo también a su propia línea de vinos y, ¡ay! qué vinos.
Es por esto por lo que su rosado no es un mero producto para el consumidor, no es aquel "rosadito" fresco como opción al tinto para tomar sólo en verano. Es un rosado al uso, con una historia detrás que proviene desde la bodega familiar, a las ganas de crear un vino para la ocasión. Porque de eso se trata a la hora de hacer un rosado, de querer hacer vino.
Cupaje de Syrah, Garnacha y Cariñena, tras el sangrado pasa 24 horas de maceración pelicular. Es decir, al sangrado, que es la elaboración más tradicional de obtención para los rosados, consistente en el depósito destinado a vinos tintos de una parte del mosto aún no fermentado. A este mosto en Bàrbara Forés, además le dan maceración de 24 horas con las pieles de la uva.
Intencionalidad. Y no es otra que ofrecer un rosado estupendo con cada añada. Fragante y floral, tiene un punto goloso de fruta roja, que lo hace divertido. Generosa acidez que alivia el trago, este un poco más graso de lo acostumbrado en un rosado. Deja un agradable aroma y gusto a su paso, evidenciando lo ya comentado anteriormente. Que las bicicletas y los rosados son para disfrutar todo el año.