Es conocida por ser la caldera de un volcán que puso perdido de humo y cenizas medio mundo cuando entró en erupción; también por ser la Baleares de muchos jóvenes italianos, por las espectaculares vistas de la caída del sol, su vida nocturna, y también su turisteo y sus playas de piedra volcánica. Pero lo que muchos no saben es que además Santorini es el viñedo de Grecia. Y no solo por la gran producción de vino que aglutina este pequeño y soleado archipiélago circular, nos referimos a que el suelo de toda la isla son cepas, y cepas, y cepas...
Uno puede cruzar la isla de punta a punta en moto o quad (si uno va a Santorini es indispensable) y se va cruzando en cada curva con pequeñas parcelas llenas de cepas, y no es raro ver a los agricultores vendimiando –si uno visita la isla en agosto, claro- y cruzarse habitualmente con camiones y furgonetas transportando uva. Es un paraíso para los amantes del vino.

Solo dentro de la isla hay por lo menos 10 bodegas que elaboran y embotellan además de ofrecer catas a todo el que se precie (entre 10 y 20 euros). La variedad principal y que arrasa en la isla se llama Assyrtico y de ella nace un vino fresco y cítrico, que salvando las distancias tiene un estilo parecido al del verdejo más común de la Rueda española. Entra en el cuerpo que da gusto y se vende a un precio muy asumible. Por 3-4 euros puedes disfrutar una jarra de medio litro de este blanco en cualquiera de las tabernas de la isla.
No sé qué precio tienen los vinos de Santorini fuera de Grecia ni hasta qué punto es fácil adquirirlos en España, lo que sí tengo claro es que si el buen beber es uno de las variables con las que uno juega a la hora de elegir un destino vacacional, Santorini es un buen punto a tener en cuenta. Cada una de las tabernas familiares de la isla tiene su propia huerta y ofrece verduras recolectadas por ellos mismos, pescado del día y todo lo regado por ese home-made-wine que por pocos euros te endulza a cualquier momento del día.
Si se dejan caer por esta isla que no se les olvide visitar su wine museum, disfrutar de una cata de muestras en la bodega Santo Wines mientras cae el sol por la tarde, y sobre todo llenar constantemente el buche con ese vino de la casa de cada taberna. Es posible que ese blanco fuera de la isla no sepa igual, pero entre sus playas sabe a cepa vieja, a verano, a frescor, a piel morena, a paraíso.