Mantecadas Salinas, una superviviente exquisitez

Cajas de mantecadas Salinas
Salinas, fábrica de dulces y mantecados
Son un clásico de Navarra y especialmente de Tudela, donde nacieron hace más de 140 años, pero hace unos pocos años estuvieron a punto de desaparecer. Por suerte, las mantecadas Salinas continúan existiendo.
Por Toni Castillo
02 de enero de 2017

Tienen casi un siglo y medio de historia. Han sobrevivido a guerras y crisis económicas. Y sin embargo, hasta hace poco, la supervivencia de las mantecadas Salinas corría un serio peligro. Paulino Salinas, el último obrador de estos exquisitos bocados de cielo y otras especialidades confiteras se enfrentaba a la dura decisión de jubilarse sin tener la oportunidad de legar el patrimonio de Salinas, fábrica de dulces y mantecados.

Una historia iniciada el año 1870 podía estar dando sus últimos pasos, pero por fortuna para los navarros y especialmente los tudelanos, este dulce típico de su tierra consiguió dejar de estar en peligro de extinción gracias a un grupo de emprendedores pamploneses. Se cerró el puesto de venta, la que era la pastelería más antigua de la ciudad de Tudela, pero la elaboración de las mantecadas iba a continuar.

Acordaron con el artesano comprarle la patente, la marca registrada, la fórmula e incluso la maquinaria, contando con él para continuar el negocio por la senda correcta. Y en Noain, otra localidad navarra, situaron el nuevo obrador en el que manufacturar de forma totalmente artesanal esta especialidad, tal y como se ha venido haciendo en los más de 140 años de historia de la manufactura.

Varias mantecadas SalinasSalinas, fábrica de dulces y mantecados

Primero se asan al horno las avellanas, examinadas para que a ninguna le quede ni un pequeño pedazo de piel. Más tarde se muelen delicadamente, mezclándolas poco a poco con azúcar. Se les termina añadiendo harina, tostada y refinada, para por último cocerlas. Una vez listas, se estuchan una por una a mano y sin intervención mecánica, como manda la tradición y el proceso de elaboración más primigenio. Porque desde la cocción al envasado, siguen el método artesanal.

El resultado es una exquisitez indescriptible para muchos paladares. Una delicatesen casi antediluviana que ha llegado hasta nuestros días con ese sabor intenso y persistente, esa delicadeza que desborda el paladar y que los más viejos del lugar todavía recuerdan. Como la caja, que aunque haya dejado atrás el latón y opte ahora por el cartón, mantiene las intrincadas ilustraciones que la hicieron indescriptible.

A fieles pocos les ganan.