A finales del siglo XIX, durante unos tiempos nada fáciles, Francisco Díaz Blanco quiso cumplir el sueño de fundar su propia bodega familiar. No tenía experiencia ni tampoco clientes, pero sí ilusión, ganas de trabajar y una fuerza que solamente viene dada por la verdadera pasión. Haciendo frente a todas las dificultades propias, a las ajenas y al complejo contexto, la bodega terminó levantando la persiana, se consolidó y pasó a las siguientes generaciones.
Llegaron primero su hijo y un poco después su nieto, ambos llamados Andrés Díaz, el nombre que por entonces tomaría la empresa y que se acompañaría de la construcción de sus actuales instalaciones en el año 1964. Más tarde llegó Felisa Díaz Colomo, la bisnieta del fundador y, con ella, la quinta generación y el presente que vive.

Su reto, la misión que día a día llevan adelante, es conjugar la vasta tradición heredada con la más puntera tecnología en la elaboración de sus tintos. Ciencia y tecnología al servicio de la tradición y la tradición al servicio de los buenos caldos, ese es su secreto. Y todos sus valores, todas sus intenciones, se ven materializadas en un vino que en realidad son varios, dÓrio.
Siendo "la culminación de un sueño", como aseguran los responsables de la bodega, el conjunto de estas referencias comienza por la joya de la corona, el Colección Privada Crianza. Se elabora con dos variedades de uva, tempranillo y cabernet sauvignon, y no es más que el producto de un laborioso trabajo de ensayo y error hasta dar con la combinación perfecta. Fino, tostado, cincelado con el roble americano y de una frutosidad y elegancia excepcionales, así responde a los sentidos.

El resto dÓrio son sus monovarietales jóvenes, el Tempranillo, el Garnacha y el Cabernet Sauvignon. En ellos se ha querido hacer un recorrido a través de cada una de las uvas con los que se elaboran, un descubrimiento de cada variedad en el que descubrir cómo son y encontrar la tierra en la que han nacido.
Así, el primero evoca tiempos pasados, aquellos vinos hechos en casa, sabores afrutados y aromas intensos. El segundo es puto otoño, calidez, ganas de encerrarse en casa a ver caer la lluvia desde la ventana, notas golosas, frutos rojos y taninos sumamente sedosos. Por último, el cabernet sauvignon, es la respuesta a los que buscan lo diferente, lo exótico, aquello a lo que no estamos acostumbrados, con una nariz frutal y una boca de gran estructura acentuadamente distinta.
Los vinos dÓrio son los sueños, los anhelos y los deseos de una bodega hechos caldos.