Tanqueray, la historia de un gin especial

Botella de la ginebra Tanqueray
Tanqueray
Está a punto de cumplir el siglo y medio desde que fuese creada por Charles Tanqueray en un barrio londinense. Tanqueray es una de las ginebras más populares y una de las favoritas de los bármanes.
Por Toni Castillo
20 de octubre de 2017

Según el Drinks International’s The World’s 50 Best Bars Annual Report, hecho el año pasado, Tanqueray es la ginebra favorita de los bármanes. Una bebida que no es fruto de la casualidad ni de una tendencia al alza. Tampoco parte de un profundo estudio de marketing ni de un golpe de suerte. Es, sencillamente, producto de la valentía. Porque como dicen los responsables de este gin, «la fortuna favorece a los valientes».

Hacia 1830, un hombre llamado Charles Tanqueray tenía ideas sumamente atrevidas para la época. Él creía saber cómo crear una ginebra sorprendente, al mismo tiempo fácil de tomar, que gustase a todos por igual y no renunciase a nada. Ni al equilibrio, ni a la calidad de los ingredientes, ni a la variedad de estos botánicos, diferenciándose así de todo lo visto hasta el momento. Ahí residía su osadía.

Siendo como era, estando tan convencido de aquello en lo que creía, se lanzó. En el distrito londinense de Bloomsbury, ubicado en el centro de Londres, hogar de grandes personalidades de todos los tiempos como Charles Darwin, Virginia Woolf, William Butler Yeats o Charles Dickens, comenzó a destilar su ginebra. Nació Tanqueray.

Cuando falleció su creador, en 1868, su hijo continuó con el sueño de su padre. La compañía creció, la ginebra comenzó a estar presente en las principales tiendas del país y las colonias británicas, hasta ser reconocida poco a poco internacionalmente. Y aunque entre finales de los ochenta y principios de los noventa dejó de trabajar en la compañía el último miembro de la familia Tanqueray, el tataranieto del fundador, la ginebra ha mantenido intacta su esencia.

Tanqueray Gin continúa elaborándose con cuatro botánicos como base: el enebro, las semillas de cilantro, el regaliz y la raíz de angélica. No hay más. Solamente se necesita que cada uno de esos ingredientes sea de máxima calidad, que las proporciones que en el siglo XIX se marcaron continúen respetándose y que la destilación, en alambiques tradicionales, mantenga la esencia. Con esta fórmula se consigue hacer perdurar un destilado equilibrado, con leves toques aromáticos, en el que la suavidad impera con un carácter seco, propio de las más clásicas London Dry Gin. Ideal para tomar tanto sola como bien acompañada en un combinado; aunque su perfecta pareja sea siempre una buena tónica.