Desde majestuosas esculturas que rondan el centenar de quilos a delicados bombones que apenas alcanzan unas decenas de gramos, desde algo tan grande a algo tan pequeño es capaz de hacer el artista chocolatero francés Patrick Roger el mismo talento, la misma sutileza y delicadeza, y la mejor de las estéticas. Porque esa deliciosa pasta, hecha esencialmente a base de cacao y azúcar, es el material de construcción con el que este obrero del dulce sabor levanta sus creaciones.
Roger pertenece a una larga saga de panaderos, una familia dedicada desde hace décadas a la elaboración de pan con la que el repostero trabajó como aprendiz a lo largo de su adolescencia y juventud. Pero un buen día se dio cuenta que aquello no era lo suyo, saltó de la panadería a la confitería y allí abrió los ojos, aquello que no había probado hasta la mayoría de edad porque no le gustaba, el chocolate, debía ser la materia prima que realizase sus sueños.
Así, con firme decisión y una dosis de derroche creativo, el artista abrió su primera tienda en el año 1997 y empezó a elaborar chocolate con una inconfundible personalidad, cóctel de extravagancia, ironía y divertimento, como toque diferenciador impreso en cada una de sus creaciones. En solamente cuatro años conseguiría ser nombrado mejor artesano chocolatero, y uno de los diez mejores artistas chocolateros del mundo, expandiendo su negocio, con numerosas tiendas, a lo largo de todo París —ciudad que ha siempre ha rendido culto al universo chocolatero— inaugurando incluso un establecimiento en Bruselas. Poner un pie en una de sus boutiques es sumergirse en un paraíso chocolateado
Fotografía cortesía de Patrick RogerPoner un pie en una de sus boutiques es sumergirse en un paraíso sensorial con sabor a chocolate del que es difícil escapar. Patrick busca a lo largo y ancho de todo el mundo los mejores y más adecuados ingredientes con los que elaborar sus especialidades, porque la gastronomía y su patrimonio son esenciales para él. Desde chocolates en los que mezcla hasta una catorcena de ingredientes para conseguir el preciso sabor que busca, hasta bombones en los que un simplemente mezcla un praliné de avellanas con almendras tostadas y azúcar caramelizado. Todo tiene un sentido, el de Roger, y todo tiene un sabor, el del chocolate.